Sé de nuestro amigo lo que andan diciendo
todos los diarios. Está usted perdiendo
su tiempo conmigo, señor comisario.
Era un individuo de esos que se callan
por no hacer ruido, perdedor asiduo
de tantas batallas que gana el olvido.
Yo no les pregunto nunca a mis clientes
datos personales, me pagan y punto...
¡Pasa tanta gente por estos hostales!...
Nunca dio el menor motivo de alarma,
señor comisario, nadie imaginó
que escondiera un arma dentro del armario.
Ciudadano cero,
¿qué razón oscura te hizo salir del agujero?,
siempre sin paraguas, siempre a merced del aguacero.
Había acabado cuando llegaron los maderos.
Aquella mañana decidió que había
llegado el momento. Abrió la ventana
rumiando que hacía falta un escarmiento.
Cargó la escopeta, se puso chaqueta,
pensando en las fotos. Hizo una ensalada
de sangre, aliñada con cristales rotos.
Dejó un gato cojo y un Volkswagen tuerto
de un tiro en un faro; no tuvo mal ojo,
diecisiete muertos en treinta disparos.
Cuando lo metían en una lechera,
por fin detenido, "ahora -decía-
sabrá España entera mis dos apellidos".
Ciudadano cero,
¿qué razón oscura te hizo salir del agujero?,
siempre sin paraguas, siempre a merced del aguacero.
Todo había acabado cuando llegaron los maderos.