ATARDECER
En la agonía roja, de un atardecer
se entristece la fronda y la flora desmaya,
mientras que el sol poniente
el sol hace una raya
y el velo de la noche, su luz hace correr.
Ya los bosques encienden
sus luciérnagas tibias,
canta el río más fuerte
el permiso del ruido.
Dos jardines ajenos
alimentan su fluido
y en los bosques afloran
acuáticos, anfibios.
En espejo se miran las fieras al beber
la tímida gacela, se incrusta entre la fronda,
y lagrimea el sauce, cumpliendo su deber.
La sirena se peina la cabellera blonda,
al pie de la cascada, invitando a beber
y en el océano el sol, cada vez más se ahonda.